La PACIENCIA es la ciencia de la paz. Esa virtud que permite que mantengamos la serenidad ante una situación que nos molesta o nos provoca sufrimiento. Por lo mismo, si somos pacientes, lo pasamos mejor, pues nuestro genio no dependerá de las externalidades.
Vale la pena esforzarse por ser pacientes en la familia, pues ayuda a un ambiente más acogedor, menos grave, donde hay espacio para equivocarse y enmendar.
Ser paciente no significa ser pasivos ni significa resignarse. Ser pacientes es darle tiempo al tiempo; es mirar a largo plazo; es confiar en que las personas no se equivocan a propósito ni para perjudicarnos.
Algunas ideas que pueden ayudarnos:
- La clave de la paciencia es el bien que se busca o se quiere conservar. Esa es la inspiración. ¿La paz familiar? ¿La alegría? ¿La confianza de nuestros hijos en nosotros? A la luz de esos bienes es más fácil esforzarse.
- Identificar lo que nos hace perder la paciencia. Todas las personas tenemos «áreas sensibles». Reconocerlas nos ayudará a prevenir algún ataque de impaciencia que pueden ser dañinos para las relaciones familiares.
- Entrenar la paciencia. Luego de identificar los contextos en que nos descontrolamos, podemos ir trabajando de a poco nuestra forma de reaccionar.