¡Qué molesto es sentir que tus hijos siempre se salen con la suya! Es muy doloroso darte cuenta de que te ignoran cada vez que les pides algo y es extremadamente preocupante sentir que son ellos y no ustedes, sus padres, quienes tienen el control de lo que sucede en casa.
Por Mónica Bulnes.

Poco a poco estos sentimientos envician el ambiente en casa, haciendo la disciplina cada vez más difícil de ejercer. ¿Cómo ocurrió esto? ¿Cómo fue que los hijos tomaron el mando y cómo pueden recuperarlo? Ambos procesos -la pérdida y la recuperación del control- toman tiempo, pero especialmente para lo segundo, requerirán de mucha persistencia y atención.

No son difíciles las acciones que deben tomar para volver a ser la autoridad. Lo complicado es mantenerlas en el tiempo, a pesar de que no vean respuestas positivas al principio. Lo complicado es tener la valentía y fuerza para realizar los cambios necesarios para que finalmente exista en casa un ambiente que promueva la buena formación de los hijos y armonía familiar.

El primer paso consiste en entender cómo es que las cosas llegaron al punto en el que se encuentran ahora. Para eso:

  • Analicen cuáles son los mayores motivos de desobediencia, cuáles son las circunstancias alrededor de esta desobediencia: ¿en qué lugar de la casa ocurren generalmente?, ¿suceden en una hora específica?, ¿quiénes participan en el problema?, ¿todos los hijos?, ¿alguno con más frecuencia?
  • Identifiquen su primera reacción al detectar un desacuerdo. Como papá o como mamá: ¿gritan?, ¿qué palabras utilizan?, ¿cuál es su tono de voz?, ¿qué expresa su cara?
  • Finalmente, ¿cómo termina el evento? ¿Se rinden?, ¿cómo?, ¿se lo dicen?, ¿se van?, ¿cómo se establece que el hijo se salió con la suya y no obedeció?

Todo esto no es para que revivan momentos frustrantes y dolorosos, sino para que sepan cuáles son las conductas que no hay que repetir. Para que practiquen nuevos tonos, nuevas estrategias que finalmente empiecen a hacer de la casa un lugar más tranquilo y agradable.

El segundo y aún más importante paso (que de hecho debería de hacerse simultáneamente con el primero) es el de recordar y asumir la actitud de autoridad. Quiero hacer hincapié en la palabra autoridad, que no es lo mismo que autoritarismo. Los hijos necesitan saber y sentir que sus padres están a cargo, impartiendo la disciplina necesaria para formarlos adecuadamente como futuros adultos y que saben lo que ellos no tienen tan claro (¡aunque nosotros dudemos también!) Ellos necesitan y agradecen esta autoridad, a pesar de que tengan cara molesta y reclamen ante cualquier instrucción. No les gusta, claro, pero saben que la necesitan.

Trabajen en esta actitud. Muestren firmeza (¡siempre cariñosa!), sean claros al expresar lo que esperan de sus hijos. Crean -porque la tienen- que poseen la capacidad para recuperar y conservar el control de lo que sucede en su casa, para que puedan trasmitir a sus hijos las virtudes y valores que consideran importantes para prepararlos en la vida.