Toman más precauciones que un adulto. Son niños ansiosos que ven el peligro en todas partes y viven atemorizados por lo que les rodea. ¿Por qué?
Es muy común que los niños a partir de los dos años se hagan conscientes de los posibles peligros que pueden hacerle daño: Que si tocan algo caliente se pueden quemar o si se asoman al borde de la piscina se pueden caer. El problema surge cuando las reacciones que tiene son desproporcionadas al estímulo que se le presenta y toman precauciones excesivas.
En general, son niños ansiosos y muy controladores. Sienten que la vida y el mundo es peligroso y que tienen que protegerse. Por eso están muy atentos a no hacer ciertas cosas y tienden a maximizar los peligros.
En esta ansiedad influye la genética, hay niños que, por temperamento, es decir, por el ADN que traen, son cautos ante el “peligro”. Pero también pueden influir mucho los padres. Cuando ellos son sobreprotectores pueden promover este tipo de conducta.
La causa también puede estar en una relación insegura por parte de los padres. No se trata de unos papás ausentes, sino que de una actitud poco regular donde a veces sí satisfacen las necesidades de su hijo (abrigarlo cuando tiene frío, alimentarlo cuando tiene hambre, o darle cariño cuando llora), pero otras veces no y lo dejan a la deriva. Esto hace que el niño desde muy chico tenga la sensación de inseguridad, porque no sabe si alguien lo va a ayudar o no. Es probable que como consecuencia se desarrolle como una persona expectante y nerviosa ante lo que pueda pasar.
Finalmente, distintos estudios han comprobado que los niños precavidos en extremo tienen mucha creatividad y en algunos casos hasta un alto nivel de inteligencia, lo que los hace estar mucho más conscientes de su ambiente y de los desafíos que éste puede presentar.
¡Relajo!
Es importante que los papás sean los primeros en actuar y lo hagan en equipo. Así, si uno de los dos es más audaz, es mejor dejar que él o ella tome las riendas del problema. Sin llegar obviamente a la imprudencia, pero que contenga al padre más aprensivo para que el niño haga las cosas libremente.
Es bueno bajarles el perfil a las reacciones desproporcionadas, mostrarle que puede arreglárselas, darle esa confianza básica de que el mundo no es tan peligroso y que se pueden controlar los peligros. Por ejemplo, explicando que si la abeja le pica sentirá una pequeña molestia y punto.
Finalmente, es importante ayudar al niño a conocerse mejor. Es probable que lo precavido en extremo no se le quite de un día para otro, pero si sabe cuáles son sus fortalezas y lo que hace bien, podrá controlarse mejor y tener reacciones adecuadas ante los estímulos.