El premiado escritor de literatura infantil y juvenil Mauricio Paredes nos anima a regalar libros, bien pensados y dedicados a hijos, sobrinos y nietos. Y aquí nos entrega cinco contundentes razones para hacerlo.
1. Cuando uno le regala un libro a un hijo, sobrino o nieto ocurren varios fenómenos tácitos que se subentienden, incluso sin que uno se dé cuenta
- “Siento que te conozco” es el primer mensaje. Creo saber cuáles son tus gustos, tus intereses y, como te quiero, fue que elegí este libro para ti. Obviamente lo ideal es haber leído el texto o al menos saber de qué se trata.
- “Me gusta como eres”. Aquí la invitación es a conversar acerca del libro. Jamás pretender hacer una prueba de la lectura, sino que, a partir de lo leído, conversar acerca de nuestras propias vivencias. El libro siempre es el mismo, lo que cambia es el lector, por lo que cada experiencia lectora es tan única e irrepetible como el niño o adulto que lo lee.
- “Quiero lo mejor para ti”. Todos tenemos una alta valoración de la lectura, incluso aquellos a quienes no les gusta tanto leer. Sabemos que es algo que nos hace bien, como hacer ejercicio o comer sano. El problema es que todas las actividades mencionadas requieren de esfuerzo y disciplina, por eso a muchos les da flojera o se excusan diciendo que no tienen tiempo. En este aspecto ha habido un cambio muy positivo. Ya no es un pecado mortal regalar un libro, no es considerado ñoño o nerd. O al menos no tanto como hace 20 años.
2. La experiencia lectora tiene dos ámbitos muy interesantes y distintos: la dimensión íntima y la social
La dimensión íntima es aquel maravilloso tiempo en que el niño o joven se sumerge en la historia, se “vuela” al país de la fantasía. Es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Es nuestro tiempo. En ese sentido la lectura tiene algo muy distinto a otras formas artísticas, como por ejemplo la música o el cine. La lectura avanza a la velocidad que yo determino. Si leo lento, la historia avanza de manera pausada. Esto es un beneficio y no un problema. Si estoy viendo una película en el cine o la televisión, ésta no se detiene si yo me distraigo o si estoy cansado. Es verdad que en Netflix puedo poner pausa, pero en un libro yo regulo la velocidad con cada palabra, con cada sílaba. Este nivel de granularidad cognitiva no se consigue en ninguna otra manifestación creativa. Por ejemplo, cuando vemos un cuadro, éste nos impacta todo de una vez y luego nos toma un tiempo procesarlo.
3. El libro es el laboratorio de las emociones
En este sentido hay que diferenciar la lectura informativa de la literaria. Ambas son muy importantes, pero sólo la literatura ofrece un argumento presentado a través de una trama, en donde seguimos una tensión dramática que nos mantiene interesados, realizamos inferencias con respecto a lo que va a suceder y nos alegramos o sorprendemos cuando verificamos la exactitud de nuestras hipótesis. Así como los científicos utilizan el laboratorio para experimentar en condiciones seguras, a través de la literatura experimentamos emociones y sentimientos que nos resultan desconocidos o tal vez no queremos vivenciarlos de manera directa, ya sea por dolorosos o peligrosos. Esto se conoce como experiencia vicaria y nos permite reír, sufrir, enojarnos o llorar según nos sintamos identificados con los personajes. Varios jóvenes me han contado que, cuando eran niños, intentaron hacer volar sus camas con su fuerza mental, tal como lo hace el protagonista de La cama mágica de Bartolo. Personalmente, creo que la primera vez que entendí lo que era la verdadera pobreza no fue a través de las noticias o de visitar poblaciones, sino que cuando leí Mi planta de naranja lima. En este sentido, la ficción literaria es más verdadera que la realidad.
4. La literatura ofrece la oportunidad de tratar temas tabú
En Mi hermano gigante hablo acerca de la muerte y es un libro sugerido para niños de 5 años hacia arriba. El libro puede decir cosas que el adulto no se atreve. En Cómo domesticar a tus papás hay un capítulo titulado “Sexo”. Paradojalmente no habla de sexo, sino de lo nerviosos que se ponen los grandes con solo mencionar esa palabra. En diversas ocasiones me han comentado que ha servido para plantear el tema, tanto en la casa como en el colegio. Por supuesto que siempre de una forma acorde al desarrollo cognitivo, afectivo y emocional de los niños. Reconozco que no fue mi intención cuando lo escribí -yo escribo nada más que para pasarlo bien-, pero me alegra que pueda servir para romper el hielo en asuntos espinudos. Algo similar ocurre con ¡Ay, cuánto me quiero! y la delicada línea entre la sana autoestima y el narcisismo. Estoy convencido que los artistas tenemos la responsabilidad de exponer materias que nos parecen trascendentes y no dar respuestas fabricadas, sino que generar diálogo sincero y en base a argumentos.
5. Un buen libro conmueve
Los libros que nunca olvidamos son aquellos que nos modificaron como seres humanos. Que éramos una persona antes de leerlos y otra diferente, tal vez mejor, después de terminarlos. Con-mueve, es decir nos mueve-con, nos acompaña en el trayecto desde un lugar emocional e intelectual a uno nuevo. A mí me ha pasado con muchos, desde El principito hasta Los hermanos Karamazov, pasando por El gran gigante bonachón. Esto es porque una obra literaria de calidad siempre ofrece una discusión ética, un debate moral. A veces son los buenos contra los malos, como en los cuentos de hadas clásicos o en la narrativa de C.S. Lewis. En otras ocasiones es más sutil, como en los libros de Roald Dahl. Incluso a veces los libros nos dicen cosas que no queremos oír. Yo escribí una novela para jóvenes y adultos llamada Almas de la tierra en donde hablo acerca de la reivindicación de los pueblos originarios y del conflicto que cada vez se hace más importante. En Chile ninguna editorial se atrevió a editarlo. El resumen de una larga historia es que se va a publicar en México, país donde todos sabemos que los conflictos étnicos han sido numerosos y muy intensos. Por eso mismo me encantaría que llegase a Chile, porque estoy convencido que como sociedad debemos conversar de manera abierta y transparente acerca de lo que nos une y de lo que nos divide. Y como escritor creo que es mi deber mostrar el tema con honestidad y respeto.