Por: Nicolás Herrera Larraín

Es de conocimiento general que nuestros preadolescentes, inmersos en un mundo tecnológico, que los bombardea a donde quiera que estén – desde el smartphone, hasta los videojuegos; desde un tablet hasta una infinidad de plataformas de streaming. 

Sabemos que los celulares han pasado a ser la opción predilecta de nuestros preadolescentes para divertirse, aprender e incluso a la hora de sociabilizar. La pantalla, actualmente un quasi-miembro más en nuestra sociedad, llegó para quedarse. Necesariamente, entonces, tanto a padres como a educadores, nos surge la inquietud de cómo moderar esta nueva relación entre un aparato y nuestros niños. ¿Cómo podemos, como adultos, orientar a nuestros niños en un uso saludable con la tecnología sin que ésta perjudique su desarrollo? ¿Cómo podemos dar espacio para aprovechar todos sus beneficios y al mismo tiempo moderar el uso que los preadolescentes hagan de la tecnología? 

La tecnología, si bien tiene muchos aspectos positivos, nos está costando a todos los que somos padres y/o educadores, uno que otro dolor de cabeza. Como Coordinador General y de Formación del Colegio Huinganal, es recurrente que muchos padres me comenten su frustración por no saber «cómo competir» con el atractivo de las pantallas. Al mismo tiempo los profesores observamos una disminución en la concentración y en la capacidad de disfrute por actividades no digitales. Y no son pocos los alumnos que reconocen espontáneamente que les cuesta dejar el celular o los videojuegos. Así, la tecnología influye fuertemente en la manera en que los niños entienden el mundo, gestionan su tiempo, se relacionan con otros y desarrollan su imaginación. Por eso, es esencial que acompañemos a los preadolescentes a integrarla de forma equilibrada en su vida cotidiana, especialmente en el tiempo de ocio.

Respecto a este punto, es importante analizar qué entendemos por “ocio”. El ocio digital, es decir, ver videos, jugar videojuegos, navegar por redes o apps, tiende a ser pasivo, repetitivo y muchas veces solitario. En cambio, el ocio activo, como el deporte, la lectura, las manualidades, los juegos al aire libre, y proyectos personales, promueven la creatividad, el autoestima y el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. Entonces surge la pregunta ¿qué podemos hacer para desarrollar espacios de ocio activos en nuestros preadolescentes?. Si tomamos ambas perspectivas, nos daremos cuenta que el real problema no está en que los preadolescentes tengan como único canal de entretenimiento el uso de la tecnología, sino en que no saben qué hacer con su tiempo libre.  

El reto para nosotros, los adultos, es promover un ocio más variado, que incluya experiencias compartidas en el mundo real, aprendizajes significativos y actividades que fortalezcan su autonomía y responsabilidad. Para esto, es que quisiera proponer algunas ideas claves para lograr un uso saludable y responsable de la tecnología por parte de los preadolescentes: 

Dar ejemplo: Los adultos también debemos revisar cómo usamos nuestros dispositivos. Recordemos que los hábitos se transmiten más por imitación que por discursos. Si cada vez que uno de nuestros hijos llega a preguntarnos algo y nos ve con el celular, no siendo capaces de dejarlo de lado cuando nos habla, ¿cómo le vamos a enseñar que es más importante socializar que mirar pantallas?. 

Poner límites razonables: Establecer tiempos, espacios y momentos sin pantalla, por ejemplo, durante las comidas o antes de dormir), son claves a la hora de fomentar tiempos de calidad en la familia. En este punto siempre recomiendo que se carguen, todos los celulares de la casa, los de los padres y los de los hijos, juntos en un mismo lugar, ya sea el living, una salita u otro. 

Fomentar otras formas de ocio: ofrecer alternativas reales e interesantes de otras cosas, como tocar un instrumento, jugar juegos de mesa, desarrollar experimentos, leer libros, entre otros. A veces se abusa de la pantalla porque no hay otra opción atractiva, lo que también nos pasa a los adultos. 

Acompañar el uso tecnológico: Es fundamental interesarse por lo que juegan, ven o hacen durante el tiempo online nuestros hijos. Los padres debemos compartir, preguntar y conversar. Hoy en día la supervisión desde los padres a los hijos es considerada por los hijos como una muestra importante de cariño y dedicación.  

Educar en criterios: Los padres debemos ayudarles a discernir entre contenido de calidad y contenido vacío o perjudicial. No basta con que prohibamos, porque llegará un momento en que tendrán acceso y es ahí donde se jugarán la libertad. Para esto debemos gastar tiempo con ellos, viendo lo que hacen e interesándonos en lo que les gusta, además de aprender el lenguaje de los términos digitales, por ejemplo saber lo que es cyberbullying, grooming, sexting, stalking, entre otros.    

El ocio, bien orientado, es una escuela de libertad. Enseña a tomar decisiones, a desarrollar intereses propios, a relacionarse de forma sana con los demás y a descubrir el valor del tiempo vivido con sentido. Es en el ocio donde muchas veces afloran los talentos, la creatividad y la capacidad de reflexión. Y la tecnología, integrada de forma equilibrada, puede ser una aliada en este camino, siempre que se convierta en medio y no en fin. Para eso, es clave formar preadolescentes capaces de usarla con sentido crítico, sin dejarse dominar por ella. Esto implica enseñar a elegir bien, a conocerse a sí mismos, a descubrir el valor del tiempo y de la relación con los demás. Al final nosotros, como padres y educadores, debemos acompañar procesos y ofrecer experiencias de ocio real que enriquezcan y no empobrezcan la vida interior de los preadolescentes. Esta es nuestra tarea. 

Termino diciendo que, desde el acompañamiento que realizamos en el colegio, hemos comprobado que una familia cercana, un colegio que se compromete y una comunidad que comparte criterios esenciales para que los preadolescentes crezcan con libertad y sentido en su relación con el tiempo libre, hace que se obtenga como fruto un preadolescente integral, ya que cuando trabajamos en conjunto, es más fácil proponer límites razonables, ofrecer alternativas atractivas y dialogar con los hijos sobre sus intereses, miedos y costumbres. Por eso, más allá de estrategias puntuales, es fundamental construir una cultura familiar y escolar que valore el tiempo libre como un espacio para crecer, relacionarse, descubrir talentos y disfrutar del bien de estar juntos. En esa dirección, la tecnología será integrada como herramienta, y no como centro. Acompañar este proceso es un desafío educativo, pero también una gran oportunidad para fortalecer los vínculos y formar preadolescentes más libres, conscientes, alegres, y más felices.